Autora: Sara / @crea_en_ti
Para una vida en paz y una mente en calma es esencial hacer de la aceptación nuestra gran aliada.
Es común que nos neguemos a aceptar, pues socialmente tiene connotaciones de estar de acuerdo con un resultado, como por ejemplo cuando se nos pregunta “¿Acepta las condiciones de uso?” sabes que estas firmando un contrato en el que estás conforme.
Sin embargo, la aceptación a nivel psicológico y/o espiritual va más allá de un “sí, me gustan estas condiciones, ¿Dónde firmo?”
Cuando se trata de aceptar algo mas allá del mundo físico, es decir, en el mundo de las emociones, de lo que estamos hablando es de desapegarnos de ello. Esto significa, que el evento en sí, independientemente del punto en la línea temporal en el que se encuentre (si sucedió en el pasado, está sucediendo ahora o estoy enfocándome en uno de los infinitos posibles futuros) nos deje de mover emocionalmente.
Somos nosotros mismos (y dentro de nosotros, nuestras emociones y creencias), los que movemos el mundo, pues somos Creadores. Si nosotros somos movidos por lo externo, es cuando abandonamos ese rol de Creadores para dárselo a los eventos (estaríamos afirmando que los eventos crean emociones en mí), ocupando lo que identificamos como “modo víctima”.
Aceptar, por tanto, es saber que estás al mando de lo que sucede en tí hasta que deliberadamente, se lo “prestas” a algo más. Este préstamo dura hasta que decides volver a coger el timón de esta nave que eres tú mismo; ya que es solo a ti a quién pertenece.
La aceptación es la licenciatura de la gestión emocional; ya que uno no se queda atascado, adobándose en las mismas imágenes y sentimientos.
Si llegado este punto te estás preguntando cómo puedes practicar la aceptación y qué beneficios obtendrás, acompáñame a adentrarnos en ello haciendo distinciones temporales:
Pasado: Habrás notado que hay ciertas partes de tu historia que te causan aún dolor, frustración, etc. A veces de manera directa, a través de recordar el hecho en sí, y otras, de manera asociativa (por ejemplo, asociando la historia de alguien más con la tuya personalmente.) Estarás de acuerdo conmigo que es desagradable sentirse así y que a estas alturas es un dolor innecesario pues el aprendizaje ya está hecho.
Cada vez que esa imagen viene a tu mente te cargas de emoción, tu cuerpo se intoxica, te quedas sin energía pues la emoción es tan fuerte que la ha consumido e incluso se manifieste algo desagradable a raíz de darle mucha vividez a ese recuerdo, que para tu mente, está pasando ahora mismo.
Tomar la decisión de verlo como algo que ya fue y que hoy no te puede dañar es el camino. Por supuesto que, en muchos casos, tendrás que tomar esta misma decisión muchas veces para conseguir están en paz.
Presente: Cuando las condiciones presentes no son las deseadas e incluso desfavorables, nuestra tendencia natural es luchar contra ellas con todo lo que tenemos; incluido todo el cuerpo emocional. La ira, el enfado, por ejemplo, son emociones que resultan en un gran gasto energético ya que nos preparan físicamente para la lucha. El problema es que, en nuestra vida rutinaria la lucha raramente es física, porque todo ese gasto energético, esa preparación del cuerpo, ha supuesto un derroche que además nos deja agotados.
Aceptar el presente no quiere decir quedarnos inmóviles sino de no darle toda nuestra energía a algo externo, que además, como mencioné un poco más arriba, es etiquetar a las circunstancias como inamovibles y mas poderosas que nosotros.
Lo que tienes que tener en mente es que nada es permanente, y dejar que las cosas fluyan en lugar de oponer resistencia, que solo llevará al desgaste.
Futuro: todo aquel al que impliques una emoción será un futuro potencial, pero no uno escrito. Si quieres jugar a los psíquicos, ¿no será mejor que decidas contemplar un futuro que implique un bienestar emocional? ¿Serás capaz de aceptar un futuro en el que ya tienes lo que quieres?
La aceptación es la llave de la puerta al cambio, y no una condena a la eternidad.
¿Estás listo para dejar ir?